Siempre nos quejamos de que las redes sociales nos roban tiempo, nos enganchan demasiado y, cómo no, de las malditas cookies. Pero esta vez tengo que darle las gracias a Instagram: gracias a un scroll infinito acabé descubriendo un curso en la Unión Española de Catadores, en Madrid.
Ayer tuve mi primera sesión, guiada nada menos que por Fernando Gurucharri, y fue como abrir una puerta a un mundo nuevo. Empezamos desde lo básico: reconocer los cinco sabores primarios, entrenar el olfato (que, sin duda, es el auténtico protagonista en la cata) y, sobre todo, aprender a escuchar y respetar las percepciones de los demás. Porque un vino puede estar técnicamente impecable, pero… ¡eso no significa que te tenga que gustar! Y ahí entra en juego la diversidad de gustos, acideces, estilos y preferencias que hacen que el vino sea tan apasionante.

La guinda de la jornada fue, cómo no, la cata final:
– Un Ribeiro tinto de Sara Peña, https://www.bodegaeduardopenha.es/nw/eduardo-pena-la-vista/ pura frescura gallega, jugoso, con guiños de cereza y ese toque salino que pide otro sorbo. Además, en copa mostraba unos tonos azulados poco habituales que lo hacían aún más original.
– Y un Albariño 100% que ya desde la nariz era una fiesta: piña, manzana, algún matiz balsámico… y en boca esa acidez vibrante tan típica de Rías Baixas, imposible no salivar con https://condesdealbarei.com/nuestros-vinos/
El resultado: no sabría decir cuál me gustó más, porque ambos me dejaron con ganas de seguir explorando.
Esto ha sido solo el comienzo del curso, y ya me he quedado con muy buen sabor de boca. No solo por los vinos, sino por la experiencia de compartir puntos de vista y aprender de la mano de profesionales. ¡Deseando volver a la próxima sesión!
